El suspenso como fuente de financiación de la Universidad

Vete preparándote

Ya sé que la Universidad es un crisol de saber y que los profesores se devanan los sesos para decidir quién debe aprobar y quién no, en función de su esfuerzo. Sé todo eso, y que los ciudadanos somos iguales ante la ley, y que el seis de diciembre vienen los Reyes Magos a traernos sus regalos.

Lo que pasa es que acabé la carrera hace cosa de quince años y tuve ocasión de ver entonces las mismas cosas de las que algunos se quejan ahora. Lo que pasa es que en aquella época algunos nos implicábamos muy a fondo en conocer el funcionamiento interno de las cosas, y ahora, en lugar de eso, los que están estudiando prefieren los lugares masivos o anónimos, si es que hay alguna diferencia entre ambas cosas.

Ser representante de alumnos en el Claustro, o en la Junta de Estudiantes no es lo mismo que estar en Facebook o que ir a una manifestación de indignados. Cuando estabas en esos puestos dabas tu nombre, te conocían, y podías comerte las correspondientes represalias si no le gustabas al profesor de turno. Cuando estás en lugares anónimos o masivos, crees que haces algo, y a lo mejor lo haces, pero en el fondo ni te comprometes ni te enteras.

Así que, por si ayudo, os voy a contar por qué hay ciertos niveles abusivos de suspensos en algunas asignaturas y por qué eso interesa y mucho a la Universidad en general y a algunos profesores en particular.

Cuando se lleva una serie de años dando clase se calcula aproximadamente el número de alumnos que se va a tener el curso siguiente. Lo que pasa es que si se quiere contratar a alguien, a un hijo o una querida por ejemplo, hay que llegar a un número mínimo de alumnos para justificar la dotación de la plaza. Y eso sólo puede lograrse de dos maneras: o consiguiendo que se matricule mucha más gente, lo que es complicado, o consiguiendo que se vuelvan a matricular los del año anterior, suspendiendo masivamente al personal.

Si a eso unimos que las comunidades autónomas dotan a las Universidades públicas dependiendo del número de alumnos, tenemos ante nosotros un incentivo perverso: cuanto más suspensos haya, mayor será el número de alumnos que se consiga mantener para el curso siguiente, mayor la dotación de la Universidad, la del Departamento, y mayor la posibilidad de conseguir esa plaza de funcionario para el felador o la felatriz de turno.

Hay universidades que compiten al revés: atrayendo alumnos a través del aprobado facilón, pero como la posibilidad de los estudiantes de desplazarse depende de su nivel económico, no resulta tan efectivo como el suspenso, que atrapa sin remedio al que no puede irse a la privada a que le vendan el título, ni a otra Universidad a que no le toquen las narices.

O sea, y como siempre, machacar al pobre…

 

econline

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