160 millones de euros al día

Futura pagana…

Esa es la cifra que nos cuestan las importaciones de petróleo. Redondeando, vienen a ser 60.000 millones de euros al año.

Si cada año sacamos del país ese inmenso montón de dinero para dárselo a los países productores, ¿cómo podemos esperar que las cosas no vayan bien?

Hace diez años justos, en agosto de 2003, la cifra rondaba los 20.000 millones, o sea, una tercera parte de lo que pagamos hoy. Todos recordamos lo que eran las cosas hace diez años, o sea que no estoy hablando de tiempos del rey que rabió ni contando las historias del abuelo.

Entre tanto, y por mucho que nos contemos historias, el país se ha ido al carajo sin remisión. Y ha sido por muchas causas, por supuesto, incluyendo, y sin considerarlas menores, la rapacidad de nuestros políticos, la mala organización y el derroche del dinero de todos.

Pero aún contando con todo eso, ¿os dais cuenta de lo que supone pagar 40.000 millones más al año de cuenta petrolífera? Es un 4% del PIB, y eso aceptando como bueno el PIB oficial (que me troncho sólo de pensarlo). Es mucho más que todo el déficit que nos permite tener la Unión Europea. Es más de lo que suman los recortes que ha ideado el Gobierno para no conseguir otra cosa que apretarnos la soga.

Podemos seguir muy encolerizados todos con los políticos, los recortes o lo que nos parezca, porque siempre es más agradable echar la culpa a alguien con rostro, pero con semejante gasto en petróleo es imposible que levantemos cabeza.

Y por supuesto, lo de salirnos del Euro y pagar ese petróleo en una moneda recién devaluado, mejor ni pensarlo. Y quizás eso sea lo más grave: que la factura petrolífera no sólo nos ahoga, sino que además nos ata.

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Por qué siempre hacen jefe al más tonto o al más vago

Vale por un ascenso

Quien lea el título puede pensar que voy a lanzarme a una disertación llorona, una más, sobre lo injusto que es el mundo y lo poco que se valora a las personas que trabajan y se esfuerzan. Pero no: lo que voy a tratar es de racionalizar el hecho de que en cualquier organización jerárquica, y en las condiciones de trabajo actuales, es NORMAL que se ascienda al más tonto o al más vago.

Partamos de dos premisas, que no tiene que ser necesariamente ciertas, pero que considero muy habituales:

– Para una producción constante, la cantidad de trabajo en una empresa es menguante, ya sea por las mejoras tecnológicas o por la experiencia que van adquiriendo los trabajadores, lo que los hace ser más productivos. La plantilla, sin embargo, no puede ser menguante al mismo ritmo.

-Si los trabajadores tiene cierto grado de experiencia y de habilidad, los jefes siguen siendo necesarios, pero no añaden gran cosa a un proceso productivo de sobra conocido por los trabajadores. De hecho, en las cooperativas no hay prácticamente jefes y como todo el mundo sabe lo que tiene que hacer, casi ni se nota. Hay sólo encargados o responsables de ciertos controles.

Con semejantes premisas,  poneos en el lugar del patrón. Se jubila un capataz, o se marcha a otra empresa, ¿Y a quién nombráis en su lugar? ¿Al mejor trabajador, que está sacando adelante la faena? ¿O nombraréis al que es un inútil y no está produciendo gran cosa?

Pues depende:

Debemos tener en cuenta que un trabajador produce X en el puesto 1 y va a producir Y en el puesto 2. Un ascenso tiene que suponer un beneficio para la empresa, así que cuanto más produjera el trabajado en el puesto 1, más pequeña es la X que restamos, y cuanto más vaya a producir en el puesto 2 mayor es la Y que sumamos. Es simple, pero resulta perverso. Y vamos a ver por qué:

-Si la empresa está correctamente gestionada, conoceréis las capacidades de cada trabajador y nombraréis de jefe al que sepáis que tiene mayor capacidad de liderazgo, para que sume más en el puesto 2. Pero en caso de igualdad, se elige  al que menos esté produciendo ahora, pues restaremos menos X..

-Si la empresa está mal gestionada, nombraréis como jefe al que menos reste al retirarlo de supuesto actual (al más inútil o al más vago), pues sabéis de sobra que un jefe nuevo no sumará gran cosa, y lo que tratáis de evitar es que reste.

Y ahí es donde voy con este artículo: en España se asciende normalmente al más inútil o al más vago porque una buena parte de las empresas españolas están pésimamente gestionadas y pésimamente planificadas. La baja productividad de los españoles no viene  de que se trabaje poco y mal (que algo habrá), sino de que la mayor parte de los empresarios no tienen ni la más remota idea de organización del trabajo y se limitan a mandar por el simple hecho de haber puesto el capital, sin darse cuenta de que el capital tiene derecho a los beneficios, pero debería contratar la gerencia a quien sepa desempeñarla.

O sea: que el patrón contrata a un soldador cuando necesita a un soldador, pero no contrata a un gerente profesional cuando necesita a un gerente, porque para eso él es el dueño y nadie va a mandar mejor que él.

¿Será que muchos se meten a empresarios más para engordar el ego que para ganar dinero? Pues sí. Y así nos va…

 

 

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